domingo, 24 de octubre de 2010

"He sostenido siempre que cuando escribes tienes que olvidar todas las normas, el estilo literario y demás presunciones como palabras importantes, oraciones arrogantes y frases por el estilo, es decir; saborear las palabras como el vino y, adecuadas o no, escribirlas por lo bien que suenan. Creo que habría que escribir, en la medida de lo posible, como si uno fuera la primera persona de la tierra y describiera humilde y sinceramente lo que ha visto, experimentado, amado y perdido, sus pensamientos fugaces y sus pesares y anhelos; y esas cosas deberían decirse evitando cuidadosamente frases corrientes, el empleo trivial de las palabras vulgares y demás. Habría que combinar Wolfe, Flaubert y Dickens.

El arte es bueno cuando nace de la necesidad. Tal origen es la garantía de su valor; no hay otro."



Carta de Neal Cassady a Kerouac.

301

La regla escencial que encabeza la biblia de las buenas personas es dar sin importar recibir algo a cambio. Pero cuando crees que pasaste gran parte de tu vida dando, y nunca recibiste algo, en su defecto sólo recibiste paupérrimas porciones de agradecimiento que no pueden  siquiera saciar el minúsculo estómago de una hambrienta hormiga algo anda mal. O el mundo que te rodea está lleno de miserables invidentes, o fuiste un idiota toda tu vida. Tiempo de elegir.

martes, 12 de octubre de 2010

Toma tiempo darse cuenta.



Cuando Sabah viajó no lo pudo sentir, pero el increíble mundo se reproducía en la ventana del automovil. Claro que no lo pudo sentir, estaba ansiosa por llegar rápido a destino, ansiosa por el paso rápido del tiempo, y ansiosa por volver rápidamente a casa. Quería que se pasara rápido. Tan rápido que no tuviera ni tiempo para poder observar esa estrella fugaz que recorría el cielo del campo. Sabah ignoraba las notables diferencias entre esa bóveda azul oscuro que cubría el campo y aquella otra pobre de estrellas que cubría la cuidad. "El cielo es el mismo, acá en el campo, en la cuidad, o en la China. Es cielo, es siempre igual".


Toma tiempo darse cuenta.

El tiempo pasó, así comos algunos accidentes. Sabah no volvió a viajar, pero cada pequeño viaje entre las calles de su cuidad son como una aventura para ella. No necesita estar en el campo para nutrirse de vida con el viento, o para sentir las cosquillas que los rayos del sol a su piel le proporciona, o para contemplar la belleza de unas pocas estrellas que decoran el cielo de la cuidad. Extrañaba el cielo del campo y estaba segura de que si hoy en día lo volvería a ver, ese cielo no sería el mismo, tendría otro significado. Y también las estrellas del campo, que si bien son las mismas que las estrellas de cuidad, brillan con más intensidad. Sabah tuvo que cambiar, porque Sabah entendió que estaba viviendo. Se dio cuenta que algo de tiempo se le escurrió entre los dedos, pero también era consciente que tiene algo de tiempo más. Sabah quiere viajar.







Cuando Sabah viajó.

Cuando Sabah viajó no lo pudo sentir, pero el increíble mundo se reproducía en la ventana del automovil. Claro que no lo pudo sentir, estaba ansiosa por llegar rápido a destino, ansiosa por el paso rápido del tiempo, y ansiosa por volver rápidamente a casa. Quería que se pasara rápido. Tan rápido que no tuviera ni tiempo para poder observar esa estrella fugaz que recorría el cielo del campo, ignoraba las diferencias del cielo de cuidad y el cielo del campo. "El cielo es el mismo, acá en el campo, en la cuidad, o en la China. Es cielo, es siempre igual".



(Idea que obviamente no está exento de cambios futuros. Empieza acá, pero estoy segura que si lo vuelvo a leer un jueves lo voy a dejar mucho mejor, pero mi inspiración murió recién, a las 6:37 am, cuando me acordé que en 2 horas me tengo que levantar)
No. Dos minutos de conversación y menos de 50 palabras reclamando algo realmente, REALMENTE absurdo me dolió como si... como si... no existe comparación alguna. Hoy estuve enojada. Qué milagro. Pensé que nunca me volvería a pasar. Pero hoy fue inevitable.

Es hora de reclamar, pedir, ordenarle al otro que explique porqué es como es. Vamos a enojarnos porque el otro es, y yo no soy. Voy a manifestar mi disgusto con los demás sólo porque... el mundo gira y yo me perdí lo que pasó en el último giro. De sólo acordarme me enojo de nuevo.
Sigo escribiendo hojas y tirándolas a la mierda. Pero la única conclusión a la que puedo llegar es que creo que soy privilegiada. Algo bueno me tenía que tocar.
A ver, a ver, a ver... ¿con qué derecho, o quién nos da el derecho de hacer reclamos? ¿quiénes nos creemos que somos para pedir explicaciones?. No me estoy explicando bien, y mi mente se dio cuenta, pero ya no me importa. Esa es la cuestión n# 1.
La n# 2 es el famoso 'por casa cómo andamos'. No tengo mucho que explayarme, esas palabras lo dicen todo.
Ahora releo la sarta de pelotudeces que acabo de escribir. Lo voy a subir. Es un ayuda memoria. Lo voy a leer de vez en cuando. Espero acordarme que no siempre se cosecha lo que se siembra, y menos cuando abusamos del fertilizante. Los resultados, no son los esperados. Acordate Soledad, acordate.

sábado, 9 de octubre de 2010

Siempre supe que éramos especiales. No es una cuestión de autoestima elevado, solamente desde el comienzo de todo  esto sentí que había algo especial. Unos pocos años antes de conocernos las unas a las otras, la vida nos cruzó en reiteradas oportunidades, es por eso que tenemos tantas cosas en común guardadas en nuestro pasado. Y luego, el destino dibujó un par de líneas perpendiculares y hoy acá estamos. Juntas. Sintiendo lo mismo que se siente con las personas que nacen en el mismo vientre, compartiendo la misma sangre. Y estoy segurísima de que somos especiales. Los lamentos de que el verano terminaba tenían algo especial, y las quejas de la impuntualidad también. Las historias en alguno que otro bar, y las charlas en plena calle también lo eran. Ingerir miles de calorías juntas es una tradición, y por lo tanto también es especial. Los sueños, los planes en común, las ideas que no puedieron ser, las promesas que intentamos cumplir, todo, todo es especial. Las horas muertas que reviven con las risas y las botas empapadas por correr bajo la lluvia también son especiales. Sin decirlo nunca, juramos estar siempre juntas. Ninguna pudo salvar a ninguna de caer enamorada, o de aquellos momentos en que la tristeza te borra todo el panorama que tenés de lo que significa vivir. Pero tomar decisiones, equivocarse y caerse estando con ellas no es tan terrible. Cuando pensás que después de caerte tu cuerpo va a romper violentamente contra el suelo, magicamente aparece un centenar de almohadas de plumas que amortiguan tu caída. O por lo menos esa es la sensación que experimento al estar con ellas. Eso es especial. Todo lo nuestro es especial, porque ellas son especiales.

historias

Ya era muy tarde. Volvían al hotel después de una larga noche  de melodiosas voces y acordes de guitarra. Ella lo amaba. Pero algo no andaba bien. No es que hubiesen dudas con respecto a sus sentimientos, solamente... algo no andaba bien esa noche. Él contemplaba el cabello negro de la mujer, amaba cuando el viento obligaba a danzar sus mechones lacios. La miraba por última vez. Nadie lo sabía. Él frío hacía que ella apurara sus pasos, él seguía en su lento andar desde atrás. Ella entró al hotel, él nunca lo hizo. Se quedó atrapado en el pasado sin poder salir. Se llevó la mitad de los suspiros, se llevó la mitad de los susurros, se llevó la mitad del aliento de su amor, que alguna vez supo empañar sus anteojos, se llevó la mitad de las melodías, y la mitad de las noches frías en dónde el viento hacían danzar todo cabello. Se llevó la mitad de todo. Pero la otra mitad está guardada. Ella hoy tiene una vida. Distinta a la que soñó, pero aceptando que es la que le tocó. Jura que lo sigue amando mientras dobla el papel de una canción vieja y lo vuelve a dejar en el cajón. Ese cajón que llamamos corazón, en dónde guarda la mitad de las cosas que él no se pudo llevar.