miércoles, 29 de septiembre de 2010

La vida en la carcel



La vida es tan corta, tan larga, se hace insportable a veces. Transcurre monótona con la muerte por término. No se puede detener, ni cambiar, ni comprenderla. A menudo nos indignamos ante la importencia de nuestros esfuerzos. ¡Hagamos lo que hagamos, moriremos! Sea lo que fuere lo que creamos, pensemos o intentemos, la muerte nos espera. (...) Entonces, nos sentimos anonadados comprendiendo "la eterna inanidad de todos", la impotencia humana y la monotonía de las acciones. Nos levantamos, andamos, nos ponemos de codos a la ventana. Los vecinos de enfrente almuerzan como almorzaron ayer, como almorzarán mañana. Son marido, mujer y cuatro hijos. Hace tres años vivía aún la abuela. Ya no vive. El padre ha variado mucho desde que somos vecinos. Él no lo advierte; parece contento y dichoso. ¡Imbécil! Hablan de un matrimonio, después de una muerte, luego del pollo que comen, que resulta correoso, y por fin de la criada que les sisa. Les preocupan mil cosas inútiles y tontas. ¡Imbéciles! El aspecto del piso en que viven hace dieciocho años me llena de indignación y asco. ¿Esto es la vida? ¡Cuatro paredes, dos puertas, una ventana, una cama, unas sillas, una mesa y ya está! ¡Cárcel! ¡Cárcel! ¡Toda habitación en que se vive mucho tiempo se convierte en cárcel! ¡Oh, huir, marchar! ¡Huir de los sitios conocidos, de los hombres, de los movimientos iguales ejecutados a una misma hora, y sobre todo de los mismos pensamientos!
AL SOL (Au soleil)
Guy de Maupassant

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