lunes, 11 de abril de 2011
La naturaleza atraía a todos aquellos que se sentían asqueados o estaban hartos del hombre y sus obras. No sólo ofrecía una escapatoria a la sociedad, sino que representaba el escenario ideal para que el indviduo romántico practicara el culto a la propia alma que con frecuencia lo caracterizaba. La soledad y la libertad absoluta de la naturaleza constituían un entorno perfecto para la melancolía y la exultación.
RODERICK NASH - Wilderness and the American Mind
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