lunes, 11 de abril de 2011

Dormimos con la música del tiempo, despertamos, si alguna vez lo hacemos, con el silencio de Dios... Y entonces cuando abrimos los ojos a orilla del tiempo increado, cuando la deslimbrante oscuridad se abre paso a través de las lejanas colinas del tiempo, llega la hora de apartar cosas como nuestra razón o nuestra voluntas; llega la hora de regresar a casa. No existen los hechos, sino pensamientos y el complicado vaivén del corazón, el lento aprendizaje sobre dónde, cuándo, y a quién amar. El resto sólo son habladurías e historias para los tiempos venideros.

Annie Dillard, Holy the Firm

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