martes, 28 de junio de 2011


Se escucha la ruidosa búsqueda del silencio,
si no fuera por el inmundo olor que despedía ese cigarrillo
o por el fuerte y poco tolerable líquido de aquel vaso,
hoy no habría tantos lamentos en la caja de cristal.

Momentos tan poco claros y un manto cegador,
todos los elementos estaban disponibles para el diablo.
Se sube el telón y ahí estaba él haciedo lo que mejor sabe.
Haciendo daño. Vino a hacer su trabajo una noche más.

Y la gente realmente no es consciente de eso,
hasta que despiertan en un universo paralelo al otro día.
La cabeza late de agudo dolor
y la brecha entre la realidad y el sueño es tan delgada.

Quizás la enseñanza es que todos somos unos completos idiotas.
Quizás andamos por la vida contruyendo paredes de moral sólo para dinamitarlas.
Quizás llenamos el vacío que nos genera pertenecer al mundo con estúpideces que no pertenecen a la naturaleza de uno.

Quizás tenga que dejar las piedras en el pasado y no depositarlas en la mesa del presente como si fueran un objeto de decoración.
Quizás sólo deba dejar de analizar tanto la espontaneidad.
Quizás el diablo de ría de todos aquellos que lamentamos algo.
Quizás siempre la arena se la tiramos al diablo.

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