domingo, 5 de junio de 2011


Puede que hoy esté de pie; puede que hoy sean otros mis problemas; puede que ya no encuentre felicidad en las rebuscadas cosas; puede que sólo halle mi escencia entre tus hojas de papel. Puede que en estos días el sol queme más; puede que desde ayer hasta mis huesos sientan en frío; puede que tu voz no suene más en la cotidiana realidad; puede que ya no me conforme con los recuerdos; puede que ya los abrazos imaginados no me abriguen. Puede que ya hayan pasado más de 2 años; puede que hoy me duela saber que tus ojos no me verán crecer; puede que a veces se me agote la paciencia; puede ser que a la vida le guste jugar con mis decisiones.
Pueden pasar muchas cosas, y puede que pasen otras más; y sigue doliendo saber que tus ojos no me ven, pero alivia saber que tu alma lo ve todo. Puede que te extrañe igual o más que siempre, pero puede que hoy duela igual o menos que ayer. Llega el invierno y trae recuerdos. Espero que el frío congele el dolor. Sólo me acuerdo las sonrisas desparramadas en las meriendas invernales de hace 5, 4, o 3 años atrás, tu voz respondiendo mis llamadas a la hora de la siesta, el día que gasté un mensaje de texto para mandar a una radio para que te dijeran que tenía ganas de comer algo hecho por vos, y los 80 pesos de crédito que gastaste para que leyeran tus mensajes en la radio y eso jamás ocurrió. Me acuerdo y me rio. Vos y yo. Como el maestro y el alumno, el amigo y la confidente, dos hermanos de distintas generaciones, padre e hija. Y hoy me escucho a mi misma, y no puedo negar que te escucho a vos. Escalando con los mismos ideales, casi por casualidad, transitando rutas similares pero que no son las mismas, sin embargo llegan al mismo lugar. ¿Qué contarte que no sepas? Si estás presente en mis respiros. Hoy también quiero recordarte algo, lo mismo de siempre, pero dicho hoy. Te amo, y te extraño papi.

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