jueves, 16 de junio de 2011

Hacía tanto tiempo que las lágrimas no tenían gusto a tristeza. No es otra crisis existencial, ni un intento de sonar rebelde. A veces siento que si él estuviera acá tantas cosas sería distintas. Me pregunto si alguna vez le tocó vivir en carne propia el amargo sabor de una injusticia. Y después pienso, ¿qué habrá sentido en ese momento?. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Llorar? ¿Dar pena? ¿Vengarme? ¿Ser injusta también? ¿Dejar que pase? ¿Huír?. Después las damas se preguntan porqué idolatraba al hombre y los hacía quedar como Dioses. Lo que pasa en realidad, es que el hombre se ganó un lugar cerca de la divinidad, y lo hizo porque entendió el concepto básico de igualdad, respeto, justicia. Las damas viven en su mundo de mentiras, y se ponen la máscara de justas sólo cuando otros ojos ajenos al entorno las miran. Si hay algo peor que vivir de la apariencia, es creer que sinceramente esa es nuestra apariencia. Hoy lloro, porque no puedo hacer otra cosa. Tengo valor, pero hoy no lo encuentro. No puedo lograrlo siempre sola. No vine a jugar de víctima. Sólo hablo con estos renglones para que sean testigos de este momento, y para que lo sean también cuando la naturaleza divina se ponga a trabajar. Hoy lloro porque algunos son crueles y no tengo un abrazo que sane. Mañana llorarán ellos y espero estar lejos.

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