domingo, 14 de febrero de 2010

Piedad, gente, piedad

Muy bien, acá vamos otra vez. No es otra simple carta para hablar del gran cambio de mi vida. No son otras obvias palabras sobre mi concepto de vida. No son otras líneas de protesta. Sólo soy yo intentando que no suene a obviedad.

Ayer soñé algo. Vuelvo a recordar. Estoy en un sueño. Se siente como aquel otoño del principio del siglo XXI. Olía a café por toda la casa. Yo aparentaba dormir en el sillón. Podía oír claramente aquellas voces. Palabras, palabras. Son el arma del inteligente y el suicidio del que las toma prestadas. Son la espada del honesto y el cáncer del iluso. Quizás era muy pequeña para comprender aquella conversación.
No recuerdo otro sueño más real que ese. Pero lo increíble radica en la puntería de ese sueño. Muy acertado. Él ganaba la pelea con citas sarcásticas y ella sufría las consecuencias de ser honesta. Ambos se retiraron de la pelea con dignidad.
Aprendí de aquellos dos amantes que con el correr del tiempo sólo eran dos desconocidos entre ellos. Ahora tengo entre mis manos un poco de poesía y unas tantas ironías para poder disfrazar la verdad porque… es TAN difícil ser honesto. A veces solemos escribir cartas sin destino, subirlas a un blog, escribirlas en los apuntes de filosofías y damos vueltas y vueltas con tal de no ser sinceros. La vida me mostró millones de veces que la gente odia la verdad. A todos nos duele una opinión EXACTA y AJENA sobre nosotros mismos, por tal motivos es más fácil fingir que somos lo que no somos, o vivir como un parásito de los que te rodean, para así, en caso de que alguien quiera juzgarnos, nos vamos acompañados al tacho de basura. No sé bien cual es la finalidad de esto, pero… si sos un parásito, o un “voy-a-vivir-aparentando-ojalá-nadie-me-descubra” espero que ardas en las llamas del infierno. (Está bien, soy algo extremista)
AMÉN

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