martes, 2 de febrero de 2010

La mística del bosque

Antes que amor, o que dinero, o fama, dame verdad. Me senté a una mesa en la que había ricos manjares, vino en abundancia, y obsequiosos ayudantes; pero la sinceridad y la verdad no estaban allí, y me escapé, hambriento, de aquella mesa inhospitalaria. La hospitalidad era tan fría como los helados; pensé que no había necesidad de hielo para prepararlos. Me hablaban de la edad del vino, y de la fama del viñedo; pero yo pensaba en un vino más añejo, más nuevo y más puro, de una vendimia más gloriosa, que ellos no había tenido, ni lo podían comprar. El estilo, la casa y sus terrenos, y los "entretenimientos", nada eran para mí. Fui a visitar al rey, pero me hizo esperar en su hall, y se condujo como un hombre incapacitado para la hospitalidad. Había un hombre en mis vecindades que vivía en un árbol hueco. Sus maneras eran, en verdad, reales. Yo había hecho mejor en visitarlo a él.
¿Hasta cuándo nos sentaremos en nuestros pórticos, practicando virtudes inútiles y mustias, que cualquier trabajo impertinentes?

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